Traductor
English French German Spain Italian Dutch Russian Portuguese Japanese Korean Arabic Chinese Simplified

viernes, 12 de diciembre de 2014

RELATO FINALISTA "XIII CERTAMEN NARRATIVA BREVE AYUNTAMIENTO DE VALENCIA": "LA MUJER GRIS"




Sintió de nuevo ese pinchazo agudo, entre las costillas.
De nuevo, ese pinchazo que le obligaba a doblarse amarrada al palo de la fregona. Intentó coger aire, despacio, más despacio… hasta incorporarse de nuevo.
Quedaba media hora. Treinta largos minutos, todavía.
Y todavía era jueves. Y los jueves a la señora le tocaba sesión de spa y masaje.
A ver si con suerte llegaba a tiempo...A ver si hoy coincidían y podía pagarle el jornal de la semana. A ver si hoy era el día que podía comprar pescado, y una caja de esos cereales con cromos, para su niña y...
Y por una simple asociación de ideas, recordó los libros. ¡Los libros! Le brillaron los ojos.
Con los ojos puestos en el trapo que colgaba del cinturón de su ajada bata gris, se limpió las manos y corrió a rebuscar en el inmenso cubo.
Un cubo lleno de material escolar casi nuevo que ocupaba media galería. La señora había hecho limpieza, y además había unos cuantos comics antiguos de su hijo Borja. Estaban garabateados, algunas páginas rotas pero qué importaba...¡su niña iba a ponerse tan contenta...!
Tan contenta como ella… porque ahí la esperaba el segundo de los tesoros, un capricho que encontró en la basura: un librito de una famosa colección de novela rosa... Total, los señores tenían en su biblioteca tantos...algunos, preciosos...y éste estaba para tirar... por suerte para ella. Suspiró y se lo metió en su pequeño bolso negro.
Con el bolso negro en equilibrio, se deshizo la coleta, al tiempo que dejaba la escoba y la fregona, en el cuarto de la limpieza. Se olió las manos. No tenían esa intensa fragancia del perfume de la señora... esa que ella aspiraba cada vez que pasaba por su lado. Las suyas, agrietadas, olían siempre a lejía. Se las lavó a conciencia con el jabón líquido, antes de ponerse su chaqueta gris y salir corriendo en busca de su pequeña.
Su pequeña volvería a repetir el mismo menú que ayer, pero se moría de ganas de verla sonreír con su cómic...
Atropellando unos pasos a otros y sin despegar la vista del suelo, llegó aprisa al colegio. No llevaba merienda, no hubo tiempo. Rebuscó en el bolsillo. Solo tenía unos céntimos...
Hoy no salía saltando como de costumbre. Hoy no parecía tan contenta. Arrastraba la cartera con desgana. Aun así la madre le regaló la mejor de sus sonrisas y se detuvo un poco el tiempo. Ya no había prisa.
— “¿Qué te pasa, cariño?” — buscó la respuesta en sus ojos almendrados.
— Nada — contestó la pequeña tirándole de la mano.
Llegando al viejo portal, la niña se echó a llorar repentinamente...
— Se rieron de mi, bueno… de mi cazadora.
— Pero... — replicó ella apoyándose sin aliento en el gris pasamanos de la escalera gris.
La niña, como explicación, metió un dedo por el agujero de la sisa de la manga.
— Esta noche, sin falta, te lo arreglo, y ya verás como ya nadie más se ríe de ti.
— Bueno, además... es que necesito otro lápiz, no puedo sacar punta ya y Marta no me dejó el sacapuntas...
— Mañana tendrás el lápiz más bonito del mundo, verás.
— ¿Sí? — preguntó esperanzada mostrando el hueco de su diente de leche.
“¡Maldita señora y maldita su sesión de masaje y spa!” escupió la mujer Gris para sus adentros. Ya sin aliento, subió el tercer piso y sacó la llave de casa.
En casa le esperaban dos camas por hacer, una cena que inventar, un piso que barrer...así que se remangó y empezó por el principio, a preparar a la niña un trozo de pan con mantequilla y azúcar.
Los ojos de la pequeña se abrieron de par en par con el regalo, y merendó sobre las viñetas garabateadas del viejo tebeo.
Su risa infantil la devolvía a la vida. Todo merecía la pena, todo recobraba sentido.



Mientras limpiaba el piso del salón, se acordó del libro...y de pie, apoyada en el palo de la fregona, comenzó a leer...casi sin querer...una preciosa novela de amor y pasión, entre una mujer bella y un hombre apuesto y enamorado. Una fantástica utopía.


Se sumió tan profundamente en aquel mundo imaginario, que el suyo propio casi, sólo casi… dejó de ser Gris. 


Casi dejó de ser gris hasta que la aguja del reloj la devolvió a la cruda realidad veinte minutos después. Abandonó entonces su pequeño tesoro en la mesa del salón. Dio la cena a la niña y la arropó en la cama. 


—¿Me cuentas una historia, mami?


— Sí, cariño, pero ha de ser corta...


—¿La de la princesa del castillo? ¡Sííí!


Quince minutos después, pelaba patatas, mientras el aceite comenzaba a calentarse. 


Las ocho y media. Y el sonido de la llave en la cerradura la hizo envejecer de pronto, sus manos temblaron, su vello se erizó, mientras chisporroteaba alegre el aceite en la vieja sartén. De nuevo, sintió el agudo pinchazo...pero esta vez no se encogió. Respiró lentamente… y sacó la última cerveza del frigorífico.


El estaba esperándola, en el sillón… con el libro en la mano.


— ¿Qué porquerías lees…?— la saludó


— Bueno...era un libro de la señora que...


—¿Qué te piensas? ¡Lo que nos faltaba! ¿Te crees que el mundo es de color de rosa o qué?- le preguntó mientras zarandeaba su tesoro y ella se apresuraba a darle como cada noche su cerveza. Él bebió un trago largo. Luego, la miró fijamente atravesándola con un inmenso interrogante y antes de que ella pudiese disculparse por su error, la mano de aquel hombre le abofeteó en la mejilla, gritándole: ¡Maldita inútil! 


Lo verdaderamente inútil era derramar más lágrimas. Aquella noche sólo hubo silencio y ese rancio olor a alcohol en la ropa… y varias pruebas más dentro de los bolsillos de la americana. Y mientras la niña soñaba con su princesa en el castillo, en aquel precioso mundo de color rosa, la mujer Gris se levantó sin hacer ruido y se enfrentó al momento más difícil. Lo necesitaba, por ella y por su hija. 


Su hija… Apretó dientes y puños, de puntillas, mirando hacia el precipicio. Inalcanzable, como dar un salto al vacío. Ahí abajo, le esperaba el auricular del teléfono. Sintió un vértigo atroz, pero aun así marcó los tres números… Todavía no era consciente de que ese simple gesto daría otro color bien distinto a su vida.


RELATO FINALISTA  CERTAMEN LA SALUD Y EL BIENESTAR DE LAS MUJERES



1